lunes, 28 de diciembre de 2009
martes, 8 de diciembre de 2009
sábado, 7 de noviembre de 2009
viernes, 6 de noviembre de 2009
lunes, 2 de noviembre de 2009
Castaño: la despensa del otoño
Cuando cubra las montañas
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente
y ríase la gente.
Luis de Góngora
Aunque hasta hace poco se pensaba que el castaño fue introducido en la península Ibérica por los romanos, hoy sabemos que ya había castaños mucho antes de su llegada, aunque seguramente no se injertaban ni se cultivaban. Se considera, por tanto, una especie autóctona.
Según la leyenda vasca, fue la hoja del castaño, con sus bordes aserrados, la que sirvió a la humanidad de modelo para la fabricación de la sierra. Los seres humanos no conocían aún los secretos de la agricultura y del trabajo del hierro y un hombre, Martintxiki, fue robándolos uno a uno a los señores de los bosques, los basajaun. Éstos eran genios de aspecto humano y gran estatura cubiertos de pelo por todo el cuerpo. Vivían en lo más profundo de la selva, defendían los árboles y custodiaban sus secretos.
Para aprender a fabricar la sierra, Martintxiki ideó un ardid: envió a su criado a pregonar que, por fin, había descubierto el modo de construir esa herramienta, así que, al oírlo, un basajaun le preguntó: “¿Es que tu amo ha visto la hoja del castaño?” El criado contestó: “No la ha visto, pero ya la verá” y después le contó a Martintxiki lo sucedido. Se dice que de esta forma se propagó por el mundo el secreto de la fabricación de la sierra y desde entonces ni siquiera los basajaun han podido detener la aniquilación de su hogar.
A lo largo del millar de años que puede sobrepasar un castaño, su crecimiento llega a alcanzar colosales proporciones; seguramente los mayores perímetros entre todos los árboles de Europa. Se conocen algunos ejemplares, como el famoso Etna, que podían albergar hasta cien caballeros con sus caballos bajo la copa. Pero sin ir tan lejos, encontramos enormes castaños en muchos de nuestros pueblos. Son la herencia de un tiempo no muy lejano en el que eran verdaderos protagonistas de la vida rural de algunas regiones.
La cultura del castaño estuvo muy arraigada por su capacidad de proporcionar grandes cantidades de alimento para el hombre y el ganado. En muchas comarcas era la principal fuente, con la ventaja de que podía conservarse casi todo el año. Pero también proporcionaba madera y utensilios. Por eso, muchas aldeas se asentaban en soutos o bosques de castaños que al mismo tiempo protegían y conformaban paisajes.
Los viejos castaños eran genios tutelares que se cuidaban con gran mimo. Los más viejos recibían también un trato especial y un nombre propio. Así Peru y Mari, dos enormes castaños de la comarca de Guernika, asistían a las bodas que se celebraban a su amparo y servían también como guardianes de la palabra dada cuando los aldeanos acudían a cerrar los tratos de cierta importancia que sellaban a su vera.
Castaños de ánimas eran los que se dejaban en el Bierzo como testamento a la Iglesia a condición de que se hicieran misas por el alma del difunto. Podríamos hablar así de toda una cultura que se expresaba de mil modos distintos, con un vocabulario, costumbres, dichos, y refranes propios y un calendario que giraba en torno a estos árboles que, desgraciadamente, apenas se conservan.
La sequedad extrema y los suelos calizos son algunas de las situaciones en las que el castaño no prospera. Pero allá donde la tierra es propicia, extensos castañares formaron parte de nuestro mundo tradicional hasta que las plagas terribles –la tinta y el chancro– y la destrucción de sus hábitats –urbanismo, eucaliptos…– diezmaron estos bosques. Hoy es preciso plantarlos escogiendo las variedades capaces de resistir aquellas enfermedades.
Por Ignacio Abella
">http://www.larevistaintegral.com/3268/castano-la-despensa-del-otono.html
de plata y nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del rey que rabió me cuente
y ríase la gente.
Luis de Góngora
Aunque hasta hace poco se pensaba que el castaño fue introducido en la península Ibérica por los romanos, hoy sabemos que ya había castaños mucho antes de su llegada, aunque seguramente no se injertaban ni se cultivaban. Se considera, por tanto, una especie autóctona.
Según la leyenda vasca, fue la hoja del castaño, con sus bordes aserrados, la que sirvió a la humanidad de modelo para la fabricación de la sierra. Los seres humanos no conocían aún los secretos de la agricultura y del trabajo del hierro y un hombre, Martintxiki, fue robándolos uno a uno a los señores de los bosques, los basajaun. Éstos eran genios de aspecto humano y gran estatura cubiertos de pelo por todo el cuerpo. Vivían en lo más profundo de la selva, defendían los árboles y custodiaban sus secretos.
Para aprender a fabricar la sierra, Martintxiki ideó un ardid: envió a su criado a pregonar que, por fin, había descubierto el modo de construir esa herramienta, así que, al oírlo, un basajaun le preguntó: “¿Es que tu amo ha visto la hoja del castaño?” El criado contestó: “No la ha visto, pero ya la verá” y después le contó a Martintxiki lo sucedido. Se dice que de esta forma se propagó por el mundo el secreto de la fabricación de la sierra y desde entonces ni siquiera los basajaun han podido detener la aniquilación de su hogar.
A lo largo del millar de años que puede sobrepasar un castaño, su crecimiento llega a alcanzar colosales proporciones; seguramente los mayores perímetros entre todos los árboles de Europa. Se conocen algunos ejemplares, como el famoso Etna, que podían albergar hasta cien caballeros con sus caballos bajo la copa. Pero sin ir tan lejos, encontramos enormes castaños en muchos de nuestros pueblos. Son la herencia de un tiempo no muy lejano en el que eran verdaderos protagonistas de la vida rural de algunas regiones.
La cultura del castaño estuvo muy arraigada por su capacidad de proporcionar grandes cantidades de alimento para el hombre y el ganado. En muchas comarcas era la principal fuente, con la ventaja de que podía conservarse casi todo el año. Pero también proporcionaba madera y utensilios. Por eso, muchas aldeas se asentaban en soutos o bosques de castaños que al mismo tiempo protegían y conformaban paisajes.
Los viejos castaños eran genios tutelares que se cuidaban con gran mimo. Los más viejos recibían también un trato especial y un nombre propio. Así Peru y Mari, dos enormes castaños de la comarca de Guernika, asistían a las bodas que se celebraban a su amparo y servían también como guardianes de la palabra dada cuando los aldeanos acudían a cerrar los tratos de cierta importancia que sellaban a su vera.
Castaños de ánimas eran los que se dejaban en el Bierzo como testamento a la Iglesia a condición de que se hicieran misas por el alma del difunto. Podríamos hablar así de toda una cultura que se expresaba de mil modos distintos, con un vocabulario, costumbres, dichos, y refranes propios y un calendario que giraba en torno a estos árboles que, desgraciadamente, apenas se conservan.
La sequedad extrema y los suelos calizos son algunas de las situaciones en las que el castaño no prospera. Pero allá donde la tierra es propicia, extensos castañares formaron parte de nuestro mundo tradicional hasta que las plagas terribles –la tinta y el chancro– y la destrucción de sus hábitats –urbanismo, eucaliptos…– diezmaron estos bosques. Hoy es preciso plantarlos escogiendo las variedades capaces de resistir aquellas enfermedades.
Por Ignacio Abella
">http://www.larevistaintegral.com/3268/castano-la-despensa-del-otono.html
miércoles, 10 de junio de 2009
martes, 9 de junio de 2009
viernes, 5 de junio de 2009
lunes, 1 de junio de 2009
OFRENDA LIRICA
La canción que yo vine a cantar no ha sido aún cantada. Mis días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa; pero no he hallado el tono justo, y las palabras no venían bien. ¡sólo la agonía del afán en mi corazón!. Aún no ha abierto la flor, sólo suspira el viento. No he visto su cara ni he oído su voz; sólo oí sus pasos blandos, desde mi casa, por el camino. Todo el día interminable de mi vida me lo he pasado tendiendo en el suelo mi estera para él; pero no encendí la lámpara y no puedo decirle que entre. Vivo con la esperanza de encontrarlo; pero ¿Cuándo lo encontraré?
Rabindranat Tagore
Rabindranat Tagore
sábado, 30 de mayo de 2009
viernes, 15 de mayo de 2009
jueves, 14 de mayo de 2009
lunes, 11 de mayo de 2009
sábado, 9 de mayo de 2009
ELENA MARTIN VIVALDI Poeta (1907-1998)
nosotros.
Nació Elena en 1907, en el seno de una familia cuyo talante iba a marcarla profundamente. Hija de José Martín Barrales, catedrático y hombre de ideas progresistas, fue su padre en gran medida, quien la impulsó a seguir estudios. De Magisterio, primero, de Filosofía y Letras con poterioridad. Archivera por oposición -Huelva y Sevilla- es en la Biblioteca Universitaria de Granada donde desarrollará su labor.
Pero, sin duda, el nombre de Elena Martín Vivaldi, ha quedado prendido en nuestro recuerdo por una obra poética de la más refinada calidad. Once libros van jalonando su trayectoria que, afortunadamente, ha sido larga y fructífera. Para ella y para quienes la conocían.
Poeta -como ella quería que se dijera- de acentos íntimos y profundos. De otoños. De lluvia. De árboles... Mujer afable, conversadora, íntima también. Las distinciones son exponente de la valoración en que se la tenía. Pero no era Elena persona que gustara en exceso de ellas. Quizá el homenaje que más pudo llegarle, fue aquella exposición organizada en el Hospital Real. Era el año 1997: culminación de toda una carrera y de toda una vida. Al año siguiente Elena nos dejaba, aunque siga con
viernes, 8 de mayo de 2009
Vaivén ( Rafael Alberti)
Por la tarde, ya al subir;
por la noche, ya al bajar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
¿ Es azul, tarde delante?
¿Es lila, noche detrás?
Yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el pájaro serio canta
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el mirlo liliburlero,
que es lila su lilear;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Ya nieve azul a la ida,
nieve lila al retornar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
por la noche, ya al bajar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
¿ Es azul, tarde delante?
¿Es lila, noche detrás?
Yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el pájaro serio canta
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Si el mirlo liliburlero,
que es lila su lilear;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
Ya nieve azul a la ida,
nieve lila al retornar;
yo quiero pisar la nieve
azul del jacarandá.
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